En nuestra sociedad actual todo colabora para que todos,
tanto niños como mayores, asuman como válidos comportamientos claramente
sedentarios y, por tanto, perjudiciales para la salud. Esa búsqueda de lo más
fácil y lo más cómodo para evitar realizar una actividad física que implique un
esfuerzo, va creando cada vez una población más inactiva, lo que representa un factor
de riesgo adicional para enfermedades de diferente índole.
El sedentarismo
es un factor de riesgo modificable, lo que significa que la adopción de un
estilo de vida que incluya la práctica de ejercicio físico interviene en la
mejora de la salud de la persona sedentaria y reduce su riesgo cardiovascular.
Cuando el sedentarismo alcanza una condición de agudeza tal, que implica el
rechazo de hecho y de deseo, de toda actividad física o deportiva, e incluso de
carácter recreativo, con limitación voluntaria de los movimientos, sin que
exista un impedimento físico para ello, se enfrenta una hipoquinecia (del
griego hypo, disminución; quinecia del griego kinecia, movimiento), de orden
psico-patológico que determina:
·
Disminución de las
fibras musculares esqueléticas y del peso de los músculos con decrecimiento de
la fuerza muscular por sobre la magnitud normal.
·
Se afecta la postura
corporal y el equilibrio durante el movimiento de traslación al aumentar las
oscilaciones del centro de gravedad y la alteración de la coordinación de los
movimientos por el sistema nervioso.
·
Disminuyen las
dimensiones del corazón y se acelera el pulso.
·
Disminuyen las funciones
de las glándulas endocrinas, particularmente las suprarrenales.
·
Cuando se lleva una vida
sedentaria, el esqueleto se vuelve frágil y débil y pierde paulatinamente su
aptitud para cumplir funciones más allá de los movimientos rutinarios. El hueso
es un tejido muy activo: a lo largo de toda su vida modifica su estructura
interna según los requerimientos de resistencia y tensiones a los que se ve
sometido. En el entramado microscópico de los huesos, unas células llamadas osteoblastos fabrican tejido óseo en las zonas
que necesitan ser reforzadas a causa de las demandas externas de resistencia. A
su vez, otro grupo de células (los osteoclastos) se dedican a destruir hueso
reabsorbiendo el calcio y los demás componentes óseos en aquellos lugares donde
no hacen falta. Por eso el esqueleto del individuo sedentario se descalcifica
progresivamente y se vuelve menos resistente a tensiones, más frágil a los
traumatismos y más propenso a enfermedades degenerativas como artrosis y
artritis, que el de quienes viven entrenados..
El sedentarismo
sólo se combate con actividad
física. Y, como hemos repetido en numerosas ocasiones, no se
trata de convertirse en un atleta de competición. La clave está en modificar
los hábitos sedentarios de vida y ocio y transformarlos de forma que se
incremente nuestro nivel de actividad física y deporte. En el caso de los
adultos sedentarios que llevan mucho tiempo sin hacer ningún tipo de ejercicio
es conveniente que consulten a su médico: tan peligroso es para la salud no
hacer nada de deporte como, en esa situación, lanzarse a un ejercicio
exhaustivo y desmedido de forma aislada.
La
Organización Mundial de la Salud considera que al menos un 60% de la población
mundial no realiza un mínimo de actividad física recomendada que equivale a 30
minutos de actividad moderada por día.
Cuando una
persona no cumple con el mínimo de 30 minutos se considera sedentaria, y su
riesgo de padecer problemas cardiovasculares es mayor debido a que la
inactividad física genera un aparato cardiovascular cada vez más ineficaz.
Los
porcentajes de aumento del riesgo para distintas enfermedades comparados con
las personas activas son, entre los sedentarios, los siguientes:
·
270% de accidente
cardiovascular, lo cual se traduce en un riesgo que se
triplica cuando la persona es inactiva.
·
160% de diabetes.
·
100% de cardiopatía isquémica,
osteoporosis y fracturas, cáncer de colon.
·
70% de hipertensión arterial.
·
60% de cáncer de mama.
Definitivamente,
quien elige ser sedentario también elige tener menos salud y sufrir un riesgo
considerablemente superior de padecer diferentes enfermedades, especialmente,
aquellas relacionadas al aparato cardiovascular.